Sea cual sea nuestro trabajo, a diario acumulamos experiencias e información. Es habitual que compartamos las experiencias para instruir a quien no sabe, para consultar si le ha pasado lo mismo a otra persona, para pedir consejo, etc. Lo curioso es la reticencia que algunas personas tienen a la hora de hacer lo mismo con la información. En este caso, ¿qué creemos que es la información?, o mejor dicho, ¿a quién creemos que pertenece la información?
La respuesta es sencilla: la información pertenece a todos y a nadie en concreto. Es un bien común y necesario para alcanzar los objetivos laborales, sean estos los que sean. Analicemos este aspecto con más profundidad.
El intercambio de información en el lugar de trabajo es simplemente el proceso de comunicación entre personas que comparten objetivos comunes. Cuando la información se comparte libremente, hay más fuerza para solucionar los problemas.
Un equipo es poderoso cuando la información se comparte abiertamente en una atmosfera
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de confianza y respeto, pues cuando compartimos información enviamos un importante mensaje a quien la recibe. Este mensaje no explícito se basa en valorar a la persona y confiar en que actuará con responsabilidad. Y a la inversa, cuando no queremos intercambiar información con alguien, estamos enviando el mensaje opuesto: que no confiamos en la persona. Esto dificulta gravemente las relaciones interpersonales y, en última instancia, las oportunidades para mejorar el trabajo.
Hay muchas herramientas para el intercambio de información, y las que uses en tu ámbito personal posiblemente sean distintas de las que tengas que usar en el trabajo. Cada organización define sus protocolos y sistemas para compartir información, desde la perspectiva de la seguridad de acuerdo a los requisitos del negocio y a las normas aplicables.
Cuando compartimos información en el trabajo, es el equipo el que tiene el “poder”, sí, pero el “poder” de hacer más cosas y mejores, para que sus miembros crezcan profesionalmente con la información acumulada.
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