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Cuando nos dicen “te voy a decir algo, pero por favor, no te enfades, es por tu bien”, sabemos que, como mínimo, nos vamos a enfrentar a una crítica. Si entonces nos ponemos tensos y a la defensiva, como transportados a una reprimenda de la infancia, es que tomamos la crítica como algo exclusivamente negativo, que nos agravia. ¿Por qué reaccionamos así? ¿Por qué algunas personas se toman la crítica como un agravio personal?
Por definición, una crítica es una opinión y no tiene por qué ser negativa. Eso dependerá de la intención al formularla y de cómo la gestionamos al recibirla. Actualmente, a la crítica también se le conoce como “Feedback”, cuyo significado es retroalimentación o, dicho en otras palabras, un comentario que alguien le dice a otro sobre su forma de hacer algo, sobre su trabajo, sobre su intervención en un proyecto, etc.
Aquí es necesario aclarar términos: no debemos confundir las críticas con los prejuicios. Un prejuicio sería una opinión sobre una persona o idea sin conocerla en profundidad. La crítica de la que estamos hablando parte de conocimiento personal de la situación, los hechos y la persona.
La crítica (feedback) puede ser constructiva o destructiva. Lo que diferenciará que una crítica sea catalogada de constructiva o destructiva, según se formula es:
- La intención con la que se dice.
- Las palabras que se escogen.
- La manera de decirlas.
Mientras que la constructiva se preocupa de ayudar a la persona a crecer, la destructiva hace todo lo contrario.
La intención última de alguien que va a realizar una crítica constructiva, no sólo es que las cosas “se hagan mejor”, es también motivar a esa persona para que en el futuro sea ella misma quien se plantee qué está haciendo y cómo lo está haciendo. Podríamos decir que el fin último de una crítica constructiva es facilitarle al otro el alcanzar la autocrítica (siempre positiva, nunca de autoinculpación inútil).
A menudo evitamos hacer una crítica porque no queremos que la otra persona se moleste, se sienta incómoda. Pues bien, es inevitable que algunas personas reaccionen así. Vamos a darte un par de claves que son fundamentales a la hora de realizar una crítica a alguien, y que reducirán tanto tu temor a darla como la posible incomodidad de la otra persona.
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Sustituye el “pero” por el “y”
Imagina que comienzas poniendo de relieve lo bien que hace ciertas cosas, y luego pasas a la crítica diciendo “pero…”. Automáticamente tu interlocutor se centra en lo que viene detrás del “pero” y olvidará que has comenzado valorándolo. A partir del “pero” sólo oímos cosas negativas y así las interpretamos.
Pongamos un ejemplo,
- Nadie hace los informes con la precisión con que tú los haces, pero las faltas de ortografía que a veces cometes los hacen desmerecer. ¿Crees que podrías revisarlos antes de mandarlos?
- Nadie hace los informes con la precisión con que tú los haces, y las faltas de ortografía que a veces cometes los hacen desmerecer. ¿Crees que podrías revisarlos antes de mandarlos?
¿Qué opción te gustaría escuchar?
¿Cuál de las dos opciones te motivaría más a revisar la ortografía? Está claro, ¿no?
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Basa tu crítica siempre en el respeto
¿Cómo te sentirías si recibes una crítica mientras quien te la está diciendo está haciendo al mismo tiempo otra cosa? Por ejemplo, escribir en el ordenador, hablar por teléfono, etc. ¿Sentirías que te están prestando la atención que esa crítica y tú mismo/a te mereces? Evidentemente es una falta de respeto y, a su vez, merma el respeto que le tienes a esa persona. Todos pierden cuando se pierde el respeto.
Como ves, dar y recibir críticas (feedback) es una cuestión siempre delicada que requiere reflexión previa, lugar físico, momento adecuados (¿recuerdas cómo te sientes si te critican en público?), respeto mutuo, palabras precisas y claras, y mucha empatía.
Y para despedirnos, ten siempre presente lo siguiente: por muy bien que lo hagas y por muy buen comunicador que seas, es imposible agradar y complacer a todas las personas. Cuenta con ello y no dejes que te paralice.
Anímate: tómate siempre las críticas desde el lado de tu mejora personal y, para ello, curiosamente, lo mejor es no tomártelas como algo personal.
¡Divertida paradoja!
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