Habitualmente podemos confundir el verbo escuchar con el verbo oír. En principio podríamos pensar que no pasa nada por confundirlos, que no es relevante. Basta un pequeño análisis de sus respectivos significados originales para darnos cuenta de la profunda trascendencia en nuestra vida de tal confusión.
Por oír debemos entender “percibir los sonidos”, es decir, algo físico, orgánico, cuya ausencia o trastorno tiene que ver con patologías relacionadas con la audición: déficit de audición, imposibilidad de oír ciertas frecuencias, o el famoso “estar un poco teniente”.
Nada que ver con la definición de escuchar que en el anterior apartado hemos reseñado. La gran diferencia es que escuchar no sólo conlleva la capacidad física de oír, sino que va más allá: exige un trabajo mental de atención e interpretación. ¿O quizá deberíamos decir esfuerzo?
A menudo oímos a nuestro semejante y no prestamos atención a lo que nos está diciendo, ni mucho menos a las razones o motivos por los que nos lo dice. Estamos pendientes de nuestro propio discurso, de si será aceptado, de cómo rebatir las opiniones contrarias, etc.
La habilidad de escuchar adecuadamente está directamente relacionada con la habilidad de comunicar adecuadamente. Es improbable que alguien hábil en comunicar no lo sea en escuchar, salvo casos de egolatría y presunción. |
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Podemos establecer distintos niveles de escucha según estemos más o menos implicados en la conversación, a saber:
- Escucha biológica: es el “oír” del que hemos hablado. Estamos presentes en la conversación, pero sólo eso. El tímpano funciona. ¿Te suena la expresión “oír llover?
- Escucha Fingida: cuando por mera educación, o por los motivos que sea, hacemos como que seguimos la conversación, pero no nos interesa ni le prestamos atención.
- Escucha Selectiva: prestamos atención si lo que nos dicen se alinea con lo que pensamos, con nuestras creencias o intereses.
- Escucha Activa*: es un nivel de escucha que podríamos clasificar como adecuada. Nos interesamos no sólo por lo que nos están diciendo, sino también por la persona que nos lo dice. En este tipo de escucha, siguen presentes nuestras creencias o intereses, pero no nos centramos en ellos, sino en las creencias e intereses de nuestro interlocutor.
* Para más información de esta habilidad de escucha acudir al apartado “Qué dice la Red”
- Escucha Empática: donde nos introducimos por completo en el marco de referencia de la otra persona, y prescindimos del propio. Este es un nivel de escucha que podríamos clasificar como profesional.
Ahora se trata de que elijas a qué nivel de escucha te sitúas en cada conversación. Recuerda que es muy probable que te escuchen al mismo nivel en el que tú escuchas. |